LAS CRÓNICAS A VUELAPLUMA

Trabajos periodísticos de Iñaki Estívaliz

Palestinos de Jerusalén: educados para permanecer

Por Iñaki Estívaliz

Fotos de Yahia Khalaf por Adrián González (@adrienone)

Moe Tahan, un palestino que nació en 1972 en Jerusalén, es el propietario del acogedor restaurante Sarwa, donde sirve sabrosos y generosos platos típicos de la región en un salón rodeado de libros y fotos históricas de Palestina en la calle Nablus, la principal vía comercial del oriente de la ciudad, la parte musulmana de la histórica urbe.

Lo está pasando especialmente mal desde el 7 de octubre de 2023 porque tras la incursión de Hamás en un kibutz aledaño a Gaza y la toma de rehenes apenas llegan turistas a Jerusalén y su principal fuente de ingresos ha desaparecido. 

En 1991, con la primera intifada (ola de protestas contra la ocupación israelí), emigró a EEUU y vivió en Los Ángeles trabajando en la industria de la alimentación hasta que regresó en 2009. Allí aprendió algo de español relacionándose con puertorriqueños y otros latinoamericanos. Como típico palestino, antes de hablar sobre sí mismo y sus penurias se preocupa de los otros y critica la política migratoria del presidente Donald Trump contra los indocumentados.

“Lo que está haciendo Trump con los latinos, que son muy buenos trabajadores, está muy mal”, lamenta mientras sirve una deliciosa sopa de lentejas acompañada con pan de pita, humus, ensalada y encurtidos.

Moe, que es lo que le queda de su Mohammed original, regresó a su tierra para abrir el restaurante en el mismo local en el que sus padres tenían una próspera agencia de viajes hasta 1967, cuando la guerra árabe israelí acabó con el negocio.

“Antes de 1967 los palestinos podían viajar y viajaban por toda la región sin problemas, no había fronteras para ellos”, dice mostrando un libro que recoge la historia de aquella agencia de viajes que usaban muchos recién casados para visitar Líbano, Jordania o Siria en el viaje de bodas.

Moe disfruta de su pasaporte estadounidense y no tiene problemas para viajar, pero en Jerusalén, donde nació, vive con permiso de residencia: “en mi tierra tengo green card”, sostiene haciendo alusión al carnet para residir en EEUU como extranjero.

Explica que Jerusalén es una ciudad muy cara, “incluso para los turistas”, y que lo asfixian con impuestos. Luego el gobierno invierte los recaudos sobretodo en la parte occidental de la ciudad mientras en el Este es palpable la falta de atención en servicios públicos.

El restaurador es optimista y desea la paz, pero entretanto: “no sabemos lo que va a pasar, tenemos que vivir día a día. No sabemos qué esperar de ninguno de los dos bandos”.

“Yo lo único que quiero es la paz”, insiste.

Imad Muna es el propietario de la librería Educational Bookshop en la misma calle, ya más cerca de la Puerta de Damasco de la amurallada Jerusalén vieja. Cruzando la vía está la librería de su hermano, en la que se venden, y se discuten en la acera, libros de historia, política, sociología y periodismo en inglés y otros idiomas. A principios de este febrero su hermano y uno de sus sobrinos fueron arrestados porque a los soldados israelíes no les gustan los libros.

Expone que nació en Jerusalén, donde fue a la escuela, donde tiene sus raíces y que considera su tierra. 

“Crecimos con la ocupación, la ocupación es parte de nuestras vidas, pero año tras año la discriminación ha ido de mal en peor. El espacio físico es cada vez menor y cuando tenemos un gobierno de derechas es siempre todavía peor”, denuncia Imad.

Expresa que: “no es fácil vivir así, pero resistimos porque esta es nuestra tierra, estamos acostumbrados a esperar cualquier ultraje en cualquier momento, es parte de nuestras vidas”.

Dice que todos los días enfrenta la discriminación: “ya seas hombre o mujer, ya vayas a la escuela, al trabajo o a rezar. Siempre hay algún problema, la policía siempre está ahí, esperando a molestarnos con cualquier excusa”.

En su mente siempre está “la ocupación” y por eso tiene un plan A, un plan B y un plan C por lo que pueda suceder.

“Siempre estamos pendientes de que nos puede pasar algo en cualquier momento”, subraya.

Asegura que vivir en Jerusalén es una decisión a la que no va a renunciar nunca, pero que para eso es necesario tener una  buena educación además de una adecuada situación financiera.

“Yo tengo opciones, yo he estudiado y me podría haber ido, pero esta es mi tierra, la tierra de mis ancestros. Algunos se rinden y si pueden, se van, pero yo decidí quedarme”, explica este palestino casado con un siria y padre de cuatro hijos, que son ya dos hombres y dos mujeres de entre 30 y 20 años a los que envió a estudiar a Inglaterra y Suecia para regresar después de haber sido educados en Europa.

“Seguiremos todos aquí y de aquí no nos vamos a ir, es nuestra herencia”, insiste.

Como Moe, también dice ser optimista, “si perdemos la esperanza no nos queda nada”.

Dice que aunque ahora están enfrentando “el fascismo”, esto va a acelerar el final de la situación, porque “cuando gente estúpida como (Benjamin) Netanyahu o (Donald) Trump llega al poder, pronto se acaba todo”.

Admite que los próximos cuatro años con Trump en la Casa Blanca van a ser duros, pero que de cualquier forma Estados Unidos siempre ha apoyado a Israel, estén demócratas o republicanos liderando el congreso o el gobierno. 

“Ya Trump estuvo cuatro años y se fue y nosotros seguimos aquí. Porque nosotros seguiremos aquí pase lo que pase, esta es nuestra tierra, que seguirá siendo Palestina. Esto es Palestina y ellos lo saben, digan lo que digan”, asegura Imad sin miedo en la mirada.

Yahia Khalaf es el gerente del Hotel Addar, el único hospedaje palestino que queda en la zona, rodeado de grandes hoteles en territorio ocupado de propiedad israelí o cadenas internacionales. Él y otros dos empleados hacen el trabajo de siete personas. Los cuatro que faltan no pueden llegar porque no viven en el área y los soldados israelíes no les permiten acceder a la zona.

El Addar, fundado en 1870 por Mohammed Nuisebeh, conserva el encanto de un hospedaje árabe decimonónico de novela mientras ofrece las comonidades de un hotel moderno con pulcritud y excelentes calefacción y velocidad de internet. Es cierto que se podría reparar algún detalle, pero habría que ser muy insensible e inhumano para ponerle un pero.

Como Moe con los migrantes latinos en EEUU, sabiendo Yahia que soy español, no quiso empezar la entrevista ni acabarla sin reiterar insistentemente su agradecimiento por la solidaridad de la sociedad española con la causa palestina.

“Cuando se escriba la historia de Palestina, en ella España va a tener un lugar importante”.

Pero yo escribo para un medio puertorriqueño y allí son víctimas del mismo colonialismo que padecen ustedes, le planteo.

“Sí, sí, sí, conocemos la historia de Puerto Rico, somos como hermanos, sabemos lo que Estados Unidos ha hecho allí”, me contesta muy serio.

Yahia nació en Jerusalén y vio interrumpida su educación universitaria como consecuencia de la primera intifada, que sucedió cuando tenía 20 años. 

Su hermano estuvo en prisión en dos ocasiones por tirar piedras a los soldados israelíes. La primera vez, fue detenido con 14 años y salió en libertad a los 17.

Migró a Inglaterra, pero pronto regresó para cuidar de su padre en sus últimos días. Luego volvió a Europa buscando acabar sus estudios universitarios porque “sin educación, nosotros los palestinos, no somos nada”.

Regresó a Inglaterra con poco más de cien libras en los bolsillos. Resulta que los billetes de libras que llevaba eran antiguos y estaban fuera de circulación. Finalmente consiguió que el banco le cambiara los billetes, pero a un tercio de su valor original.

Consiguió un trabajo gracias a la comunidad palestina en Inglaterra con el que se pudo financiar sus estudios universitarios. En 2005 se graduó de una maestría en Tecnología de la Información.

Ahora vive en Jerusalén con su pasaporte británico y permiso de residencia de Israel. Pero le costó 27 años de peleas burocráticas para que le reconocieran su derecho a residir en Palestina. Como había pasado muchos años fuera, le dijeron que había perdido su derecho de residencia. Tiene un hijo nacido en Madrid que ahora solo puede venir a verlo “como turista”.

Israel “me considera un británico con residencia en Jerusalén, la ciudad donde nací y nacieron mis antepasados”.

Sostiene que aquí, de lo que se trata es una cuestión existencial, “ser o no ser, y nosotros somos”.

“Tenemos derecho a vivir con dignidad. Ahora Trump dice que va a sacar a todos los palestinos de Gaza para hacer una Riviera, pero eso es imposible. Nosotros no somos idiotas. Nosotros conocemos nuestra historia. Nosotros estamos aquí para permanecer, amigo. Mientras queden mujeres palestinas para dar la vida a nuevos palestinos para sostener la bandera de la libertad, nosotros permaneceremos. Esos idiotas son los que van a desaparecer, es cuestión de tiempo”, sentencia. 

“Los estadounidenses deberían preocuparse más por el estúpido de Trump, porque va a hacer más daño a su propio país que a nosotros, que estamos acostumbrados a todo. Él va a destrozar su país en pedazos”, añade. ie

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