13.03.2006 |
P.RICO-CUBA Paraíso natural deshabitado es nuevo puerto de entrada de cubanos Iñaki Estívaliz San Juan, 13 mar (EFE).- Un pequeño islote deshabitado del Caribe entre la República Dominicana y la isla de Puerto Rico considerado un paraíso ambiental se ha convertido en el nuevo puerto de entrada preferido por los cubanos que emigran a Estados Unidos. Según las autoridades locales, durante las últimas semanas, varios grupos de inmigrantes cubanos, entre los cuales viajaban varios niños, hasta un bebé de cinco meses, han desembarcado en la Isla de Mona, tesoro natural de unos 40 kilómetros cuadrados cuya biodiversidad le ha granjeado el sobrenombre de las Galápagos del Caribe. El pasado sábado desembarcó un grupo de 20 cubanos, el miércoles anterior llegaron seis indocumentados y otros 35 arribaron ilegalmente a finales del mes pasado. La Isla de Mona, perteneciente al Estado Libre Asociado de Puerto Rico, se considera territorio estadounidense. Según la legislación de Estados Unidos, los cubanos que pisan territorio estadounidense (pies secos) pueden acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, firmada por el presidente Lyndon Johnson (1963-1969) para conceder asilo político automático a los disidentes del régimen cubano. Los emigrantes interceptados en el mar y que no logran pisar suelo estadounidense (pies mojados) son deportados. En el caso de Isla de Mona, cuando los inmigrantes desembarcan procedentes de la República Dominicana, contactan a sus familiares residentes en Puerto Rico, quienes alertan a las autoridades para que los rescaten del islote deshabitado, cuyas aguas, ricas en diferentes especies de peces y corales, están infestadas de tiburones. Las autoridades han advertido de que los patrones dominicanos que trasladan a los emigrantes cubanos pueden ser acusados de tráfico de seres humanos y de hecho, el |
27 de febrero pasado el Cuerpo de Vigilantes del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) de Puerto Rico arrestó en Isla de Mona a dos de ellos. A unos 80 kilómetros al oeste de Puerto Rico, la isla es un destino deseado por biólogos ávidos por encontrarse con una boba patirroja (ave) buscando gusanos entre los arbustos, alguna gran tortuga anidando en sus playas o una iguana gigante tomando el sol al pie de uno de sus escarpados acantilados. También es lugar apreciado por historiadores, pues en sus playas y profundas cuevas se pueden encontrar petroglifos taínos y hay quien no duda de que algún tesoro pirata pueda estar escondido en ellas. Los arrecifes que la rodean están considerados entre los mejores del mundo para practicar el submarinismo, aunque para acercarse a Isla de Mona es necesario obtener un permiso del DRNA, entre otras cosas, porque en el islote han desaparecido varias personas, entre ellas, un «niño escucha» (Boy Scout). Cuando Cristóbal Colón llegó a sus costas encontró un asentamiento de indios taínos en la Isla de Mona, donde se refugió en 1494 tras sufrir un colapso físico. Por la ayuda prestada al navegante, los habitantes de Mona estuvieron excluidos del férreo régimen de encomiendas que obligaba a los originales habitantes del Caribe a trabajar en minas y plantaciones. Los taínos de Mona se sublevaron en varias ocasiones contra los españoles e informaban a los marinos de las potencias colonizadoras competidoras de España sobre el movimiento de los barcos castellanos. Después de haberse explotado en el islote una mina de fosfato durante el siglo XIX y principios del XX, actualmente está custodiado por el Cuerpo de Vigilantes del DRNA. Esta entidad vela por la protección de la flora y la fauna y garantizan la seguridad de los estudiantes puertorriqueños que acuden en excursiones programadas para disfrutar del espectáculo natural la isla ofrece cada día. |