17.09.2006 CULTURA |
P.RICO-POETAS Poetas y artistas recuerdan a colega bebiendo sobre su tumba Iñaki Estívaliz Carolina (Puerto Rico), 16 sep (EFE).- Un grupo de poetas y artistas boricuas honran cada año la memoria de Roberto Alberty «Boquio» -considerado inspirador compañero, bohemio y amigo de todo el mundo- recitando poemas, cantando, bebiendo y lanzando mensajes independentistas sobre su tumba. El Boquinoquio de 2006, que se ha celebrado este sábado en el cementerio de Carolina, ciudad vecina de la capital, estuvo dedicada al cincuenta aniversario del grupo artístico Mirador Azul, fundado por el pintor surrealista español Eugenio Fernández Granell (1912-2001). El Boquio (1930-1985) destacó en el círculo que proyectó en Puerto Rico el exiliado gallego, también poeta, novelista, músico e influyente militante del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en el Madrid de la década de 1930. Fernández Granell, además profesor en la Universidad de Nueva York, dejó su huella en Centroamérica y el Caribe durante su exilio, que lo llevó en Puerto Rico al legendario Recinto de Río Piedras del rector Jaime Benítez, quien recogió el Nobel de Literatura de Juan Ramón Jiménez. Pero eso es otra historia, diría Billy Wilder. Poco después del mediodía, escasean los estacionamientos en las cercanías del cementerio, donde una pareja de policías municipales tienen que hacer la vista gorda cuando la concurrencia comienza a sacar tragos y cervezas de neveritas de playa. «Los poetas beben mucho», reconoció durante su intervención José Saez, quien leyó poemas inspirados en la figura del histórico independentista Pedro Albizu Campos (1891-1965) con una bota de vino colgada del hombro. «Un pueblo sin artistas es un pueblo sin voz y las artes pueden evitar un estado policial», defendió el actor Luis Enrique Romero. El cantautor Antonio Cabán Vale «El Topo» interpretó «El alegreto del lagartijo» y uno de los himnos independentistas, «Verde Luz». El Boquio «vivía para la vida, la vida estaba primero que el arte», aseguró El Topo, uno del más de medio centenar de artistas que quisieron expresarse sobre la tumba del |
homenajeado. «El Boquio era un artista conceptual experto en el ‘collage’, pero que él llamaba ‘encontrage’ porque lo hacía a partir de cosas que se encontraba», explicó a Efe uno de los organizadores de la jarana hace veintiún años en el bar La Tumba frente al cementerio, Angel Luis Méndez. Boquio «ponía una espina de bacalao que encontraba en la calle en un pedestal, le daba un nombre y era un velero», dijo antes de dar un sorbo a un aclarado jugo de naranja. El hijo del Boquio, Carlos Alberty, dijo a Efe de su padre que era auténtico, autocrítico, que no rechazaba a sus amistades, con gran sentido del humor y «sin la vanidad del artista, por eso tenía amigos en todos los círculos». El Boquio tenía una especie de tic nervioso característico y cuando algo le llamaba la atención especialmente empezaba a zapatear, convulsionaba los brazos y gritaba, «lo que se podía interpretar lo mismo como una crítica o una celebración». «Hacía juegos de palabras, boquierías, como gregerías que invitaban a la reflexión. Vivía con austeridad de lo que caía y llegó un momento que no quiso vender» y les hacía exámenes imposibles de aprobar a ricos compradores que se iban de su estudio con las manos vacías, dijo Alberty. «Los que están aquí son todos amigos de él, a los que conoció por el arte, la tertulia o la bebida», añadió. En el Boquinoquio siempre se espera al loco del pueblo, quien emite un lúcido mensaje aunque no siempre se entienda. El poeta José Iglesias recordó a uno de esos locos de pueblo ninguneado por todos, al que después de darle un dólar cada mañana le veía «la luz de su cordura, era un tipo brillante que pasó desapercibido». Uno de los amigos del Boquio, José Torres Martinó, escribió en el perfil del XXI Baquinoquio que en una visita del imprevisible «pensador» a Madrid, se quedó tan impresionado con una exposición de Joaquín Sorolla que quiso llevarse «un buen recuerdo». A la salida, Boquio dijo: «estos gallegos (españoles) se las saben todas. Quería traerme un pincel pero estaba pegado a la vasija, la vasija a la repisa y la repisa a la pared. No hubo forma». La palabra Baquinoquio no resulta de mezclar Baco, dios romano del vino, con Baquio, sino de unir el nombre del poeta y artista boricua con la palabra afroantillana «baquiné», que era la fiesta que se celebraba cuando un niño moría durmiendo porque entonces, se creía, iba directo al cielo. |