Un Vecindario Encantado por la Historia y los Artistas
POR LACRONICA · PUBLICADA NOVIEMBRE 19, 2006 · ACTUALIZADO DICIEMBRE 24, 2020
Una crónica de ese barrio puertorriqueño de adoquines azules y tertulias regadas con cerveza y ron.
Redacción/ Escrito por Iñaki Estívaliz
Nov 19, 2006 por Iñaki Estívaliz
Cuando los residentes del Viejo San Juan salen de la ciudad amurallada, por trabajo o para variar, los embarga un extraño desasosiego, una nostalgia oceánica que sólo se remedia con el retorno a ese barrio puertorriqueño de adoquines azules y tertulias regadas con cerveza y ron.
Ciudad hermana de Cádiz, La Habana y Cartagena de Indias, entre otras, por compartir historia como baluartes del imperio colonial español -con sus garitas como testigos de ataques de los mismos piratas- el Viejo San Juan también tiene encanto para los turistas.
Los ataques de los corsarios ingleses Sir Francis Drake (1595), y George Clifford (1598), y el holandés Balduino Enrico, motivaron la construcción de sus murallas y cuarteles, como el de San Felipe del Morro o el de San Cristóbal.
Los museos de Las Américas y del Indio en el antiguo Cuartel de Ballajá y las numerosas galerías de arte son de obligada visita antes o después de probar la comida criolla o la nueva cocina internacional de sus restaurantes.
En los históricos La Mallorca, La Mallorquina o La Bombonera se deja ver el actor boricua Benicio del Toro cuando está en la isla. El articulista y escritor español Antonio Burgos escribió que guardan un ambiente de “viejo café madrileño donde parece que esta tarde torea Manolete”.
En el bajo Viejo San Juan, en las calles Fortaleza, San Francisco y Recinto Sur, más transitada por turistas y empleados del gobierno, abundan iglesias y tiendas de recuerdos y de productos típicos como los cigarros puros liados a mano.
SE HACE VIDA DE PUEBLO
Pero para sus vecinos, en la parte alta, las calles Luna, Sol y San Sebastián comprenden un barrio de casas coloniales de vivos colores y balcones de madera donde se hace vida de pueblo y todo el mundo se conoce.
El artista Carlos Irizarry, que cumplió cinco años de prisión por tratar de secuestrar un avión con una nota a la tripulación, acto que defiende que es una de sus mejores obras conceptuales, compara vivir en el Viejo San Juan con el Greenwich Village de Nueva York, donde residió varios años.
Celebró la vida bohemia del Viejo San Juan, que “es un museo de arte viviente, donde la historia de más de cuatrocientos años inspira al artista. No viviría en ninguna otra parte del mundo”.Sin embargo, sobre la famosa canción de Noel Estrada que piropea a la ciudad amurallada “En mi Viejo San Juan”, dijo que “es fea de vicio”.
Para Irizarry, lo más hermoso de la ciudad son los entierros: cuando la comitiva fúnebre sube la Norzagaray, perfumada por el Atlántico, hasta la llegada al cementerio Santa María de la Magdalena de Pazzis, en La Perla, fuera de las murallas y mecido por las olas.
Además de personalidades boricuas, como el prócer Pedro Albizu Campos, en ese cementerio fue enterrado por su deseo expreso el poeta español Pedro Salinas.
En su obra cumbre, “El contemplado”, Salinas escribió de ese mar: “¡Si tú has sido para mí, desde el día que mis ojos te estrenaron, el contemplado, el constante Contemplado!”.
En febrero, la calle San Sebastián celebra sus multitudinarias fiestas como colofón a la Navidad más larga del mundo, presumen los residentes, pues aseguran que en el tropical Puerto Rico sólo hay dos estaciones: verano y Navidad.Unas Pascuas nevó en San Juan porque la entonces alcaldesa Felisa Rincón de Gautier (1962-1968) trajo un avión cargado con el blanco elemento.
Gerardo Arroyo, catedrático de Biología la Universidad de Puerto Rico y autoridad en ADN es también propietario de El Farolito, uno de esos locales donde bebedores de cerveza de lata arreglan el mundo cada noche, como el almacén Rivera Hermanos, el billar Marrero o el club Café Seda.Arroyo indicó que “la convivencia de barrio es muy real, donde hay ambiente de tertulia en diferentes niveles”.
El pintor y serigrafista Luis Alonso explicó que el VSJ se ha mantenido como centro cultural del país, lo que ha provocado el especial ambiente artístico, pero lamentó que el precio de las viviendas han subido tanto que los nuevos vecinos ricos “viven en las casas encerrados y no hacen vida comunitaria”.
Por su parte, Millito Cruz, profesor de cuatro, instrumento típico puertorriqueño, en varias universidades, un día hace 17 años estaba paseando en bicicleta cuando llegó hasta el Viejo San Juan se encontró con unos amigos “y me quedé”.
“La ciudad es muy romántica, me encanta caminar cuando llueve con mi paraguas, tengo a mis amigos aquí, toco en Amadeus (restaurante de la San Sebastián), la gente es tremenda, esta es la ciudad más bella del mundo”, aseguró.
Los vecinos más antiguos, como el enmarcador Francisco Luciano, recuerdan la época que el salsero Héctor Lavoe reflejó en la canción “Calle Luna, calle Sol”, cuando había decenas de bares donde se “conectaban” prostitutas para subirlas luego a hoteles cercanos.
Las peleas con los “abusadores” marinos estadounidenses se repetían a diario hasta que les prohibieron desembarcar, por lo que el negocio de la prostitución decayó en la década de los ochenta.
“Dónde está ahora el Burguer King había entonces un cine de películas pornográficas”; pegada a la actual casa de uno de los más ricos del país, Richard Carrión, estaba el “puticlub” El Prado; cerca el Malamute, que estaba 24 horas abierto; y abajo, en la Puntilla, estaba el “Sun of the Sea”, donde “se acababa a navajazos”. . .
Por Iñaki Estívaliz – EFE