Acontecimientos recientes reflejan singularidades de cultura puertorriqueña

08.04.2008  
P.RICO
Acontecimientos recientes reflejan singularidades de cultura puertorriqueña
Iñaki Estívaliz San Juan, 8 abr (EFE).- La singularidad de Puerto Rico se ha vuelto a manifestar en las últimas semanas, lo que pone una vez más de relieve la particular cultura boricua, que, a veces, no tiene nada que envidiarle al Macondo de «Cien años de Soledad».
La corta visita esta semana a la isla del ex presidente Bill Clinton para promover la candidatura de su esposa, Hillary, prometía «una campaña a la criolla», algo diferente y singular.
Al menos eso es lo que aseguró el presidente del Partido Demócrata en la isla, Roberto Prats, quien anunció que Clinton haría una campaña «al estilo boricua», con caravanas por pueblos de la isla y un acercamiento «más cálido» con los ciudadanos.
Dado, además, que Clinton es un confeso lector de «Cien años de soledad», se esperaba que el ex presidente cambiase su saxofón por las maracas y el jazz por la salsa o el reguetón.
Pero el ex presidente no probó ni tan siquiera el arroz con longaniza a la criolla que una madre soltera, que Clinton visitó en un conflictivo y humilde residencial de San Juan, le preparó.
La decepción por la ausencia de sucesos extraordinarios en torno a Clinton no impidió que los independentistas criticasen la visita y la celebración de las primarias del Partido Demócrata en Puerto Rico el 1 de junio por considerarlas otra manifestación del «estatus colonial» de Puerto Rico.
Estatus que se mantiene invariable desde que el Congreso de EEUU permitió en 1952 la firma de la Constitución del Estado Libre Asociado (ELA), que limita la autonomía del país en ciertos asuntos como las relaciones exteriores y que tiene repercusiones hasta en el fútbol.
Esa situación política peculiar da pie a todo tipo de singularidades como ese enfrentamiento extraordinario que mantienen ahora las federaciones de balompié de Puerto Rico y la República Dominicana sobre si la selección boricua puede incluir jugadores estadounidenses o no.
El problema está en que la FIFA exige que los jugadores tengan la ciudadanía del país que representan, pero Puerto Rico y EE.UU. comparten la misma, estadounidense, algo establecido en 1917 cuando EEUU entró en la Primera Guerra Mundial y necesitaba más soldados.
También las singularidades que ocurren en Puerto Rico involucran, de vez en cuando, a la iglesia Católica.
El ejemplo más reciente ocurrió la semana pasada cuando el arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves, reconoció que se había entrevistado en dos ocasiones con el fugitivo independentista Filiberto Ojeda Ríos.
El comandante del clandestino Ejército Popular Boricua-Los Macheteros murió en 2005 desangrado durante la operación que el FBI llevó a cabo para arrestarlo y los agentes federales encontraron a su lado un libro dedicado de puño y letra por el arzobispo.
El jefe del FBI en Puerto Rico, Luis Fraticelli, dijo que el líder machetero había muerto «con las botas militares puestas».
Sin embargo, el arzobispo aseguró que «cuando sucedió la tragedia», Ojeda Ríos leía el libro del papa Juan Pablo II que él le había regalado, «Meditación e Identidad».
Otras particularidades de la isla son más banales, sin la complejidad del caso del independentista Ojeda Ríos, pero ayudan a comprender lo que ocurre en la isla.
Una de ellas es el hecho de que fuera de la isla viven más boricuas y sus descendientes
que dentro del país.
Esta isla «pequeña por fuera pero grande por dentro», como la definió el filósofo español Julián Marías, importa casi todos los alimentos que consume, pero tiene en el pueblo de Hatillo el mayor productor de leche por milla cuadrada del mundo.
Vértice del misterioso «triángulo de las Bermudas», por las entrañas de la más pequeña de las antillas mayores corre uno de los ríos subterráneos más grandes del mundo.
En la superficie, el mayor bosque húmedo de Norteamérica y el Caribe, el Yunque, se encarga de desviar la trayectoria de los huracanes, según los boricuas más esotéricos.
Y basta mencionar a Ricky Martin, Jennifer López o el Gran Combo de Puerto Rico como ejemplo del desproporcionado peso planetario de la singular cultura boricua.

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