31.08.2007 | |
P.RICO-ARTE Artista boricua expone obras realizadas con restos del incendio de su taller Iñaki Estívaliz San Juan, 31 ago (EFE).- Antonio Martorell, uno de los más prolíficos artistas puertorriqueños, le saca partido artístico hasta al incendio que acabó el año pasado con su casa taller y presenta ahora la exposición «Martorell DF» (Martorell después del fuego), realizada con objetos que sobrevivieron a las llamas. Si a menudo se aconseja que hay que poner buena cara ante la adversidad, el lema que inspira el trabajo que Martorell presenta desde esta semana y hasta el próximo 21 de octubre en el Museo de las Américas en el antiguo cuartel español de Ballajá, en el Viejo San Juan, es «ante la desgracia, gracia». «La desgracia sufrida y negada se ha transformado en la gracia de nuevos aprendizajes conducentes a revelaciones», explica el artista, motivado más «por la magia del arte y no por arte de magia». En la misma línea, el artista menciona el libro de relatos del escritor uruguayo Mario Benedetti «Gracias por el fuego», que leyó «con entusiasmo» y cuyo título, «tierno y candente, me devuelve ahora pasados tantos años al tratar de poner por escrito lo que en esta exposición está grabado, dibujado, pintado, armado, colgado». Cuando se incendió el taller de Martorell, el artista se encontraba en Nueva York y no pudo coger el primer vuelo de regreso, pero consiguió llegar la madrugada del día siguiente y se dio cuenta de que «había mucha belleza en las ruinas», explicó a Efe. «El fuego había contribuido negativamente, pero también había algo positivo, una aureola magnífica me había mejorado», dijo Martorell, quien decidió entonces que con los «fragmentos» de sus obras en proceso y su colección de carteles y trabajos de otros artistas haría «otra obra». «Las huellas del fuego, las marcas del humo, la descomposición y la re-configuración de los objetos, herramientas y materiales provocaron el desarrollo de las obras en la |
exposición», explicó el artista. En estaciones sucesivas, los objetos rescatados y las composiciones de grupos de fragmentos transportan a una dimensión donde la estética se refiere a «la belleza de las sombras, las penumbras, el desgaste, el desgarre y la corrosión» como memoria «del acto siniestro». Martorell, que vivió veinte años en aquella casa taller, se convirtió ante la tragedia en «aprendiz del fuego» y explica que «así, armado de cautín y soplete, he cauterizado imágenes en madera y papel, he tatuado con fuego telas y he ahumado plásticos y metales para emular lo que el incendio me enseñó». Entre las obras elaboradas con los restos del incendio se encuentra la «Alfombra persa Nº II», que refleja la «fascinación» de Martorell por estos artículos que le recuerdan «las mil y una noches» y que le sirve de consuelo ante la destrucción de «la milenaria biblioteca de Bagdad» por las tropas de EE.UU. en Irak. «La desgracia sufrida no es tan singular como el proceso que provocó. En una sociedad como la nuestra la inseguridad de vida y propiedad es más regla que excepción», indicó Martorell, quien por estas razones siente que tiene «la suerte y el privilegio de ser artista». Martorell destacó como cartelista, pero pronto amplió su radio de acción, que lo ha llevado a dibujar, pintar, grabar, escribir, hacer radio, televisión, cine, danza y todo tipo de instalaciones. Entre sus libros están «La piel de la memoria» y «El libro dibujado/el dibujo librado», tiene taller en Nueva York y sus obras se exhiben en museos y galerías nacionales de Puerto Rico, EE.UU., México y El Salvador, entre otros. |