Artistas sirios tratan de organizarse para defenderse del nuevo gobierno islamista
Por Iñaki Estívaliz para Claridad desde Damasco
Los artistas sirios, como colectivo, aunque no todos como individuos, estuvieron protegidos por el régimen tiránico de los Al-Assad, depuesto el mes pasado por un conjunto de grupos islámicos, gracias al interés por las artes de la esposa del anterior presidente, Asma, londinense de nacimiento y mecenas.
Ahora muchos de ellos temen que los islamistan los pongan en el punto de mira.
Tras 53 años de cruel tiranía de la familia Al Assad, los últimos trece en guerra civil, a principios del pasado diciembre, tras una ofensiva de doce días liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), los insurgentes derrocaron a Bashar al Assad, que pidió refugio en Rusia.
HTS ha sido considerado hasta ahora como un grupo terrorista con vínculos con Al Qaeda y desde occidente se teme que, aunque ahora estén mostrando una cara moderada, que acabarán siendo tan radicales como los talibán.
Pero EEUU les está dando cancha y acaba de retirar la recompensa de diez millones de dólares por información que diera con el arresto de su líder, Ahmed al-Sharaa, anteriormente conocido como Abu Mohamed al-Jolani.
Otro Mohammed, un enamorado de Cuba al que conocí en la cafetería Havana del centro de Damascos, me asegura que en general los sirios están contentos y esperanzados por haber salido de la tiranía de los Al Assad.
Quizás algunos cristianos están temerosos, apunta este sirio que ha viajado en cuatro ocasiones al Caribe, pero el nuevo gobierno, todavía en proceso de organización, permitió la celebración de las últimas Navidades sin ningún tipo de problema.
¿Y las mujeres?, le pregunto.
“Al-Jolani tiene una madre y una hija que son trabajadoras, no va a permitir abusos ni restricciones contra las mujeres”, defiende.
Por otro lado, muchos artistas sí tienen miedo y esta semana se reunieron medio centenar de los más reconocidos del país en la galería Zawaya del casco antiguo de Damasco para compartir miedos, esperanzas y estrategias comunes para defenderse ante los ataques que prevén que sufrirán con el nuevo gobierno.
Uno tras otro fueron tomando la palabra para coincidir en que a los islamistas “no les interesa el arte, ni la cultura, ni la educación, ni la magnífica historia de nuestra gran nación” y que deben “estar unidos y establecer estrategias para defendernos entre nosotros y estar alerta”.
Uno de los artistas propuso salir del aislamiento de los talleres, donde los podrían cazar de uno a uno, y salir a trabajar a las plazas para dejarse ver como colectivo con fuerza: “hay que dejarle saber al nuevo gobierno que tiene que respetarnos”.
Una señora septuagenaria y muy emperifollada aseguró consternada que durante toda su vida había trabajado en sus esculturas libremente y que desde que llegaron los insurgentes no se atreve a crear, que está frustrada, que no sabe qué puede hacer y que no para no ofender al nuevo gobierno.
Otra joven, vestida de alta costura como muchas de las asistentes, manifestó que no servía de nada lo que decidieran allí porque al final “estamos a la espectativa de lo que haga (Donald) Trump”.
Uno de los artistas que no quiso expresar su opinión en la reunión, Marwan Tayara, más tarde compartió conmigo su idea: “deberíamos crear un símbolo que nos identifique como el lazo rosa para sensibilizar sobre el cáncer de mama, o la sandía palestina, crear una tendencia con impacto, que toda persona que le guste el arte lleve ese pin”.
Marwan es un antiguo y reconocido ingeniero eléctrico de élite que dejó los circuitos para dedicarse al arte y creó la Fundación MADAD como organización sin fines de lucro basada en la casa heredada de su mujer fallecida. Un vecino a través de corruptos del antiguo régimen quiso apropiarse de la casa.
Visito la sede de MADAD en el Damasco antiguo llegando por unas callejuelas de adoquines que me recuerdan al Albaycín de Granada. Me cuesta varios intentos encontrar la casa porque no hay ninguna señalización. Está al fondo de un pasadizo estrecho y lúgubre que termina con dos puertas austeras.
Cuando por fin sale Marwan a recibirme y entro en la casa me maravillo con el patio central, la fuente y las plantas; las estancias abiertas, los estucados y los embellecimientos geométricos de los muebles. Desde la azotea se puede ver cercana la gran mezquita de Damasco y media ciudad.
“Las casas de Damasco son como el velo de una mujer”, me contó mi cicerone. “Por fuera no ves nada, pero tras el velo está la maravilla”.
Marwan tuvo que luchar duro por esa casa que estaba en ruinas y que su esposa restauró siguiendo planos originales encontrados en una biblioteca europea. Consiguió vencer al vecino que pretendía apropiársela cuando obtuvo el favor de alguien en la seguridad del gobierno con más rango que el protector de su acosador inmobiliario.
En su fundación participan unas 75 personas.
Siempre se las ha sabido a arreglar para navegar entre trabas burocráticas logrando pasear las exposiciones de su colectivo por todo el mundo: “sé como funcionan las cosas y sé resolver problemas”.
Pragmático en política, de profunda cultura y sensible humanismo, dice que siente “un gran alivio” con la partida de Al Assad y que no se plantea salir del país ante la llegada del nuevo gobierno islamista como han hecho algunos de sus amigos.
“Tengo diferente pasaporte y puedo irme a vivir donde quisiera. Ya he viajado por el mundo, pero esta es mi casa, y aquí me quiero quedar, no me voy a ir más. Me gustaba mucho viajar, pero ahora estoy anclado a mi madre patria”, reconoce.
Se describe como “gran creyente del poder del amor”, que la gente es buena y solo hace falta que se entiendan. Todas las religiones son lo mismo con distintos nombres, pero todas tratan de la paz y del amor”, defiende.
Pone como ejemplo el terremoto que devastó Alepo hace dos años y que unió a la gente contra la adversidad y donde el arte tuvo un papel importante como bálsamo y aglutinante.
Cree que el principal problema que enfrenta ahora Siria es el retraso en educación y conocimiento, pero muestra una enorme confianza y admiración por los artistas más jóvenes.
Enamorado de su Damasco, la capital más antigua del mundo, asegura que “el universo es una criatura y Damasco es uno de los corazones de esa criatura”. ie