13.12.2007 | |
P.RICO-JUSTICIA Condenado a 105 años por asesinato empresario canadiense reitera su inocencia |
Iñaki Estívaliz San Juan, 13 dic (EFE).- Un juez de San Juan sentenció hoy a 105 de años de prisión a Jonathan Román Rivera por el asesinato en 2005 del empresario canadiense Adam Anhang, mientras que un grupo de familiares, amigos y vecinos insisten en la inocencia del joven. El juez Abelardo Bermúdez, del Tribunal de San Juan, impuso una sentencia de 99 años por homicidio en primer grado y otros seis por posesión de armas por un caso que despertó el interés de la opinión pública en Puerto Rico y Canadá. Román Rivera, de 24 años de edad, dijo antes de oír la sentencia en la sala: «Con mucho respeto… yo no tengo nada que ver con esto, soy inocente»; y aseguró que con la ayuda de Dios sus abogados le «van a sacar bien pronto de esto». El abogado de la defensa Carmelo Dávila indicó posteriormente a los periodistas que apelará la decisión del juez y aseguró que siguen «investigando», porque «este caso no se ha acabo». Dávila insistió en que las pesquisas llevadas a cabo por el agente que entrevistó a los testigos los días siguientes a la muerte de Anhang, el 23 de septiembre de 2005, en un cruce de calles del casco antiguo de San Juan, se llevaron a cabo «de forma deficiente y deplorable». Mientras se apela el caso, la defensa solicitó al juez que se garantice que Román Rivera sea integrado en un nuevo plan de rehabilitación del departamento de prisiones puertorriqueño para garantizar su seguridad en la cárcel. «Aunque lo hayan condenado, lo vamos a sacar a la calle», dijo entre sollozos la tía del condenado, Ivette Rivera, quien insistió en que su sobrino fue víctima de «un complot» orquestado para encontrar rápidamente a un culpable. «Cuando hay dinero de por medio se puede comprar todo», sostuvo Rivera, quien aseguró que su sobrino fue condenado porque «viene de un sitio marginal». «El tiempo nos va a dar la razón», reiteró la madre de Román Rivera, Mirta Rivera, quien manifestó que «hay un peligroso asesino en la calle». Una veintena de vecinos del humilde barrio de La Perla, en el Viejo San Juan, donde vivía el condenado hasta que fue arrestado, reivindicaron a las afueras del tribunal la inocencia de Román Rivera y aseguraron saber la identidad del verdadero asesino, también antiguo residente del barrio. Anhang, inversionista en Puerto Rico y propietario de varios restaurantes, murió a los 32 años por un trauma craneal como consecuencia de los múltiples golpes y cuchilladas que le propinaron la madrugada del 23 de septiembre de 2005 cuando estaba acompañado de su esposa, Áurea Vázquez. La acusación contra Román Rivera se basó principalmente en la declaración del abogado criminalista Carlos Cotto Cartagena, quien llegó a la escena del crimen cuando el agresor daba los últimos golpes al empresario, quien falleció antes de que una ambulancia llegara en su ayuda. La defensa ha cuestionado esta identificación alegando que la iluminación en el lugar de los hechos era pobre y que el abogado no llevaba las gafas que necesita para compensar su astigmatismo. El agente de homicidios que investigó el caso, Jose Miranda, aseguró durante el juicio que las diferentes personas a las que entrevistó concordaron en describir al agresor como un hombre corpulento, alto, con barba desaliñada y ataviado con una gorra de pelotero y una camisa de mangas largas. Sin embargo, la viuda del empresario, quien no compareció a las citaciones del agente para tomarle declaración, indicó la única vez que quiso hablar con él que los agresores eran una mujer con aspecto de hombre y un hombre que parecía ser adicto a drogas, con tatuajes, llagas y sin gorra. El investigador explicó que la narración que le hizo la viuda, que no participó en el juicio |
pero que tiene un caso civil abierto en el tribunal federal de San Juan en el que reclama 25 millones de dólares de herencia, tenía contradicciones. En el barrio de La Perla, una de las zonas del país con mayor tráfico de drogas al menudeo, se tiene a Román Rivera, quien fue lavaplatos en un restaurante que pertenecía al empresario canadiense, por un buen muchacho que nunca había hecho daño a nadie. Según contaron a Efe varios vecinos, Yonathan fue de los pocos jóvenes del barrio que, apoyado por una familia muy religiosa, tuvo la fortaleza para decirle no al dinero fácil del trasiego de drogas. Antes de la lectura de sentencia un amigo suyo en la sala pudo intercambiar unas palabras con él, quien dijo que éste se manifestó «tranquilo» y aseguró: «Ya mismo salimos de esto», mientras dedicaba sonrisas a sus familiares tratando de tranquilizarlos. |