26.01.2007 | |
P.RICO-LONGEVIDAD Cuidadora del que era el hombre más viejo del mundo revela sus secretos Iñaki Estívaliz Isabela (Puerto Rico), 26 ene (EFE).- El secreto de la longevidad se encuentra en una alimentación sana, el buen humor y el trabajo diario hasta la vejez, aseguró Dolores Martínez Ruiz, quien cuidaba del hombre más anciano del mundo, Emiliano Mercado del Toro, hasta que éste falleció a los 115 años el pasado miércoles. La página número 67 de la edición 2007 del Libro Guinness de los Récords indica que Mercado del Toro era el hombre más anciano del mundo en 2005, cuando contaba con 113 años, y además, era el veterano de la Primera Guerra Mundial de mayor edad, entre los cinco que quedan vivos en Estados Unidos. Dolores Martínez Ruiz, su sobrina nieta, lo cuidaba desde que Mercado del Toro se rompió una cadera cuando tenía 102 años y la familia no quiso ingresarlo en un asilo. |
Con esa edad, el veterano tomaba el autobús e iba solo a la barbería del centro de Cabo Rojo, en el suroeste de la isla, su pueblo y donde vivió hasta entonces, a cortarse el cabello. «Alegaba que el secreto de la longevidad estaba en la harina de maíz y el bacalao que comía todo los días, en las viandas (ñame, yautía y pana, entre otros tubérculos y frutos hervidos). Además, tenía un gran sentido del humor, siempre estaba contento», explicó a Efe el jueves Martínez Ruiz durante el velatorio. La sobrina nieta del veterano recordó cómo a su tío abuelo le gustaba bromear con la «vedette de América», la puertorriqueña Iris Chacón, quien acudió a varios de sus cumpleaños para cantarle al anciano, quien no perdía la ocasión para hacer algún chiste picante. Mercado del Toro, quien fumó «tipacillo» (hoja de tabaco liada en un filtro) desde los 9 años hasta los 89, trabajó hasta que tenía 81 años en la industria de la caña de azúcar, muchos de ellos como carretero de bueyes. «El trabajo no mata gente. Ese es otro secreto para la larga vida», defendió Martínez Ruiz, quien explicó que su tío abuelo estuvo recibiendo entrenamiento militar en Florida (EEUU) cuando tenía 26 años para participar en la Primera Guerra Mundial, que acabó antes de que tuviera que entrar en combate. «Pero entonces no era como ahora. Ellos (los reclutas), tenían que construirse los baños y las letrinas y andaban a caballo (…). Siempre decía que no lo pasó mal en el Ejército», recordó la sobrina del fallecido. Nunca concibió hijos ni se casó, aunque «tuvo tres mujeres con las que vivió que han tenido hijos con otros hombres, por lo que siempre pensamos que era estéril», agregó. Cuando le informaron de que el Libro Guinness le iba a entregar un certificado como el ser humano más viejo del planeta, le dijo a su sobrina: «¡Ay virgen!, ‘mija’, ¿De verdad que todas las personas que quedan vivas en el mundo nacieron después que yo?». «Su querendón (preferido) era mi hijo pequeño, Arturo (de 18 años), y no hacía nada sin que estuviera él y que fue quien lo lavó el día que se murió. Quería más a los hijos de sus sobrinos que a nosotros mismos», agregó la mujer. «Le habían preparado el desayuno y respondía a las instrucciones. Estaba lúcido hasta que murió. Se volvió, vomitó una especie de flema y dejó de respirar y se quedó tranquilo», contó Martínez Ruiz. A pesar de la avanzada edad con la que murió, el hecho «sorprendió» a la familia, porque «no estaba enfermo» y «la sensación de pérdida de una persona que uno ama nos duele muchísimo». Sus restos mortales son sepultados hoy en el cementerio municipal de Cabo Rojo, con la escolta del féretro por parte de las Damas Auxiliares del Batallón 21 del Ejército de EEUU. Una de ellas, Carmen Meléndez Alvarez, quien se encargaba de facilitarle los medicamentos a través del Hospital de Veteranos de San Juan, subrayó que «siempre estaba contento. Cuando me veía me agarraba la mano y me daba un besito». |