02.02.2007 | |
P.RICO-CARCELES Prohibición de fumar en cárceles puertorriqueñas aumenta la tensión en presos Iñaki Estívaliz San Juan, 2 feb (EFE).- Los presos fumadores de Puerto Rico se muerden las uñas porque las autoridades les han bajado la dosis de nicotina de diez paquetes -de 20 cigarrillos- mensuales «a dos o tres», y en un mes tendrán que dejar de fumar por completo, por muy larga que sea la pena que les quede por cumplir. El procurador del Confinado puertorriqueño, Eriberto Orta, defendió en una entrevista con Efe que se hagan excepciones a la ley que limitará los lugares permitidos para fumar en todo el país y que el secretario del Departamento de Corrección y Rehabilitación, Miguel Pereira, ha interpretado en un reglamento carcelario «drástico». «No tengo ninguna duda de que puede haber motines. Conociendo la idiosincrasia del confinado: si tu me provocas; eso tiene que tener una consecuencia. Por menos de eso, dentro se forma un rebolú (alboroto), aunque esperemos que no», explicó Orta. Los aproximadamente 14.500 presos y presas de las 45 instituciones carcelarias de Puerto Rico, con 3,9 millones de habitantes, pueden recibir en una cuenta de banco unos 100 dólares mensuales para gastar en la cantina, y los cigarrillos «no entran ni con las visitas ni por correo». Pereira, responsable de prisiones, anunció el pasado miércoles los detalles del nuevo reglamento carcelario que implantará en las cárceles puertorriqueñas para regular la ley que el gobernador de Puerto Rico, Aníbal Acevedo Vilá, firmó el 2 de marzo de 2006 para prohibir fumar en edificios, ascensores y vehículos públicos. A partir del próximo 2 de marzo no se podrán encender pitillos en establecimientos de comida, bares, licorerías, casinos y comercios, guarderías y asilos y en lugares de trabajo con más de un empleado o en vehículos privados en los que viajen menores de 13 años. Acevedo Vilá explicó que se podrá fumar en áreas al aire libre fuera de las de trabajo y en los negocios dedicados exclusivamente a la venta de tabaco y sus derivados. A los presos boricuas fumadores les llevan dado clases para dejar de fumar desde hace seis meses y se les ha dado chicles y parches de nicotina, anunció Pereira, quien aceptó que pueda aumentar el contrabando, pero insistió en que implantará su reglamento al pie de la letra. Orta reitera que la prohibición de fumar en las cárceles es una medida «fuera de toda lógica» cuando la situación en las prisiones puertorriqueñas se parece a la de «los años 70 y 80, cuando imperaba el más bravo. Era la guerra del más bravo y por esos surgieron» grupos como la Asociación Pro Derechos del Confinado. Conocida como La ÑETA, la organización participó en las vistas legislativas que se celebraron entonces para investigar la situación de los presos en las cárceles boricuas y en las que denunció que los nuevos reclusos eran vendidos como esclavos sexuales «por dos cartones de cigarrillos». En marzo de 2006 se conmemoró el 25 aniversario del asesinato del fundador de La ÑETA, Carlos «la Sombra» López Iriarte, quien revolucionó el sistema de corrección cuando la precariedad de la vida carcelaria era extrema y que murió asesinado poco después. La ÑETA impone un estricto código de conducta en las cárceles evitando incluso el uso de palabras malsonantes o que un preso entre en la celda de otro sin permiso y el máximo de sus preceptos dice: «el grande protege al pequeño». El presidente de La ÑETA, Bonifacio López Rivera, muestra el símbolo de la organización |
de presos todos los días desde la cárcel a través de un comercial de televisión que emite una cadena local: eleva la mano derecha, dirige hacia arriba el dedo índice y lo abraza con el vecino apéndice corazón. En su mensaje de servicio público, La ÑETA advierte de que no protegerá dentro de las prisiones a violadores sexuales ni a los que den a parar allí por haber causado la muerte a otra persona perpetuando la nociva costumbre de disparar al aire la noche de fin de año o con cualquier otra excusa. La ÑETA tiene enorme influencia en la sociedad puertorriqueña, que sufre una media de dos asesinatos al día, pero sobre todo en los sectores sociales más desfavorecidos y muchos presos se organizan en grupos según el residencial (vecindario humilde) del que procedan. «Aquí por cualquier delito vas para la cárcel y creas un criminal de un potencial buen ciudadano. Porque eso es la cárcel», sentenció Orta asegurando que en las boricuas «no existen programas enfocados en lograr la reintegración. La filosofía es simple: lo almacenamos ahí y lo olvidamos… y ahora sin fumar». |