Unas navidades blancas de arena fina en una playa tropical

24.12.2008 SOCIEDAD
P.RICO-NAVIDAD (crónica)
Unas navidades blancas de arena fina en una playa tropical
Iñaki Estívaliz
San Juan, 24 dic (EFE).- Si en muchas latitudes no se conciben unas Navidades sin nieve, en Puerto Rico los boricuas y muchos turistas extranjeros prefieren pasar estos días tomando el sol en playas de aguas cristalinas y arenas blancas.
Las playas se llenan durante Navidad con turistas que han logrado escapar del frío del noreste de Estados Unidos y también de puertorriqueños que se inclinan por el ambiente relajado de la orilla del mar.
Este es el caso de una puertorriqueña de 31 años de edad, que prefiere mantener su nombre en el anonimato, y que se refugia en la playa para escapar de «las parrandas y la gente entrando y saliendo».
Además, en esta época del año «el sol no pega muy fuerte, está templadito y bien rico», explicó la joven mientras se aplicaba distraída bronceador en los brazos y antes de sacar una cerveza fría de su nevera de playa.
Kevin, a pocos metros de la joven puertorriqueña, en una playa de Condado, en San Juan, se muestra pendiente y muy atento a todo lo que ocurre a su alrededor.
El divorciado asesor de banca neoyorquino, que logró tomar un vuelo hacia Puerto Rico a pesar de las tormentas de nieve, se encuentra orgulloso pensando en sus colegas «que deben estar congelados» y «soportando a sus suegras».
«Estoy aquí, que eso es lo que importa, bajo el sol en la playa, el mar es lindo, junto al calor de mis amigos», dijo en inglés mirando a los camareros antes de ponerse un mullido sombrero de Santa Claus a pesar de la temperatura: 27 grados celsius.
La Compañía de Turismo se esfuerza por hacer ver que Puerto Rico tiene, además de las playas, otros atractivos además de sus costas, como las antiguas haciendas cafeteras y azucareras, las montañas, donde a veces hace un frío continental, los edificios históricos del Viejo San Juan o Ponce y los festivales de productos típicos y artesanías.
Pero el país no puede evitar depender de uno de sus más rentables activos y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) mantiene actualizado permanentemente el portal de internet www.juntadeplayas.org, donde se pueden encontrar consejos, medidas de seguridad e información general sobre las playas de Puerto Rico.
La isla caribeña tiene 501 kilómetros de costas, pero sólo 52 playas o balnearios disponen de servicios de seguridad, limpieza, aparcamiento, duchas e instalaciones para hacer barbacoas o acampar, entre otras.
Las leyes puertorriqueñas definen como playas para bañistas aquellas «con arena limpia, clara, con aguas tranquilas, libres de corrientes y contra corrientes, libres de piedras y fango, seguras para nadar y para el disfrute recreativo».
Los fanáticos de las playas salvajes, que no quieren renunciar al espíritu de la Navidad tradicional puertorriqueña, pueden visitar Piñones, a pocos kilómetros al este de San Juan y donde se deben extremar las medidas de seguridad porque sus costas, salvo en el cercano balneario de Carolina, no están señalizadas ni vigiladas.
Asumiendo el riesgo que eso supone, el bañista podrá encontrar en Piñones tramos de playas paradisíacas y desiertas con dunas blancas y sombras de cocoteros y, a pocos metros, colindando con la carretera que recorre la costa norte puertorriqueña, sus quioscos.
En estos establecimientos al aire libre se ofrecen los productos culinarios tradicionales de Puerto Rico, de los «bacalaitos» a las «alcapurrias», los pinchos de lechón asado en leña y, en estos días, siempre habrá un anfitrión desprendido que regale un vaso del digestivo boricua navideño por excelencia, el coquito.
La música típica navideña, ya sea a ritmo de salsa, trova o reguetón, no dejará de sonar, aunque quizá, a un volumen demasiado alto para el neófito de lo tropical.
Y así, con música, comida y bebida, mientras en otros lugares los niños pasan la Navidad haciendo muñecos de nieve, con zanahorias y botones, en Puerto Rico se construyen castillos de arena junto a la espuma blanca de las olas que llegan hasta sus soleadas orillas.

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