P.RICO-LIBRO Apoderado de boxeadores repasa entresijos del ring en el libro «Golpes Bajos» Iñaki Estívaliz San Juan, 18 dic (EFE).- El representante de púgiles Yamil Chade presentó hoy en Puerto Rico su libro «Golpes bajos», en el que cuenta «lo que nadie se ha atrevido a decir» sobre el boxeo para alertar a los jóvenes interesados sobre «los golpes bajos que les espera en el deporte más salvaje y tramposo que existe». |
Durante la presentación de sus memorias, la Cámara de Representantes de Puerto Rico otorgó al elegante octogenario libanés, habanero de adopción y apoderado de campeones mundiales un reconocimiento respaldado por glorias del deporte boricua como el jugador de baloncesto José «Piculín» Ortiz y el púgil Wilfredo Gómez. Yamil Chade explicó que su libro repasa «una época en la que el boxeo era bien difícil manejarlo» y se necesitaba «astucia y malicia». El presidente de la Organización Mundial de Boxeo de Puerto rico, Francisco Varcárcel, indicó que Chade fue testigo de la época del «boxeo de conexiones», antes de que leyes federales regulasen este deporte y cuando «había que estar conectado para llegar». Ortiz, por su parte, señaló que el veterano apoderado es «un ser humano excepcional» que hizo «a grandes atletas de este país, independientemente de cómo lo hacía». Profusamente ilustrado y bilingüe, la obra, cuya mitad en inglés se titula «Low Blows», está editado por el periodista deportivo Adalberto «Chu» García, quien indica en el prólogo la tendencia de Chade a «prometer villas y castillas a todo aquel obrero del ring que quisiera alcanzar el estrellato». Explica que Chade hizo suyo el maquiavélico lema de que «el fin justifica los medios», pero insistió en que «nunca rompió con la vieja escuela boxística de jurarle a sus protegidos que sin el uso de su mano negra se corría el peligro de perder». Chade nació en Líbano en 1922 y de niño llegó a La Habana, donde desde pequeño limpió zapatos y vendió periódicos «buscando el peso como fuera». Ciertas «trampillas eran permisibles en Cuba, donde ser avispado era requisito para triunfar comercialmente», relata en el libro que escribió para confesar sus «pecadillos ante la humanidad». Narra, entre otras, la historia del «rey del peso liviano» Esteban de Jesús, quien murió de sida en 1989 «después de una carrera escandalosa que incluyó un asesinato y su adicción a la heroína mientras competía». «De mi largo peregrinar boxístico fui testigo de tretas, confabulaciones, tramoyas y conspiraciones», pero nunca, asegura, «desobedecía la norma del silencio». Entonces, el boxeo estaba controlado por mafiosos y «buitres como Frankie Palermo, Bernie Carbo, Mickey Duffi, Louis Buchalter… que lo mismo tejían una patraña que mandaban a coser a balazos a cualquier enemigo». Admitió haber sido «soplón, lo que en Cuba se llama chivato y chota en Puerto Rico» y aficionado a llevar a los tribunales hasta a sus amigos. Por el libro transitan gerentes de gimnasios con «básculas trampeadas» que marcaban siempre el peso requerido y púgiles reclamando bolsas más jugosas de las acordadas. Defiende que nunca engañó a sus pupilos, aunque «usaba mi labia, carnosa e incansable, como un golpe de KO». «No es mi culpa haber encontrado tantos incautos y tontos útiles a través de mi carrera», escribe. «A veces he dejado de ser prudente y confiable para convertirme en ladino cruel, destinado con diligencia a buscar cuentos secretos o inventarlos donde no los hay» y dominando siempre su «habilidad natural para generar intrigas y que éstas se inclinaran a mi favor», reconoció. Cuenta, por ejemplo, que un campeón bajo su tutela le pidió que le llevara dos cervezas momentos antes de defender su corona y cuando salió con las cejas y la boca rotas, pero ganador, le pidió otras dos y se quedó contento. También fue apoderado del campeón Gerardo González, más conocido como Kid Gavilán (1926-2003), quien ganó dos millones de dólares en 107 combates pero que colgó los guantes «más pelao (sin dinero) que un chucho». Apoderó además al también campeón mundial Félix «Tito» Trinidad, quien le «pagó mal por seguir órdenes de su padre al que se le abrió el apetito del dinero cuando vio que él podía ganar millones y me echó a un lado». Luego llevó a los Trinidad a los tribunales y consiguió que lo resarcieran con 800.000 dólares. |
Arrepentido de no haber concebido hijos, finalmente recibió «un golpe bajo que me desplomó sobre una lona fría, vencido por el único púgil que nunca quise enfrentar: la soledad». Decidió escribir entonces para defender a los jóvenes interesados en el boxeo y que «no se dejen seducir por personas que prometen dinero como si fuesen bancos ambulantes y luego les explotan como si fuesen animales domesticados». Con la voz rota y apenas audible después de una carrera de recibir golpes, su pupilo Wilfredo «Papo» Gómez, campeón mundial en tres categorías distintas, le deseó «éxito» con el libro. |