Las bombas son para los pobres y las minorías

Por Iñaki Estívaliz para Claridad desde Damasco

En el centro de Damasco, en el casco histórico y en los barrios ricos de la ciudad, apenas se encuentran señales de 13 años de guerra civil y del derrocamiento violento del tirano Bashar Al Assad el mes pasado. 

La capital de Siria bulle en decenas de mercados copiosamente provistos de todo tipo de artículos y alimentos y es raro ver huellas de bombas o proyectiles.

Y es que, como en todas las guerras, las bombas siempre, qué casualidad, se ensañan en los barrios pobres o de minorías étnicas y religiosas. 

El paroxismo de la violenta discriminación de las bombas se manifiesta en Damasco en barrios como Jobar, a un paseo del centro, que hasta 1975 era un pueblo independiente y que aparece en el Talmud como villa judía. Solía ser un centro de peregrinación de los judíos sirios porque allí se encuentra la bimilenaria sinagoga del mismo nombre, que fue construida en honor al profeta Elijah. 

En Jobar está enterrado el rabino Shmuel Elbaz-Abuchatzira, patriarca del siglo VXI.

En 2013, fue el centro de una batalla entre el ejército de Al-Assad y los rebeldes que prácticamente redujo el barrio a escombros. Durante toda la guerra civil fue terreno de hostilidades.

El 14 y el 18 de junio de 2017, el barrio fue bombardeado por la Fuerza Árabe Siria y el 20 del mismo mes volvió a ser atacado por tierra y aire con la ayuda de la Fuerza Aérea de Rusia.

Fui a visitar Jobar solo, sin fixer, decidido a apañármelas con el traductor de Google.

Pero no encontré ni un alma a la que entrevistar. Cruzando una avenida tras un ajetreado mercado al por mayor, lleno de vida, en Jobar solo quedan escombros. ie

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